No sé cuando pasó, pero un día se fue. A medida que me acercaba a la mesa del poder notaba su frío alejamiento. Sentado frente a esa larga mesa donde el poder se sienta, siempre, en la cabeza, de espalda a la ventana y en silla más alta, me di cuenta, si, que ella se habia marchado definitivamente de toda escena directiva de mis anhelos. Desde entonces, casi llorando, cada mañana me levanto gritando al viento desde mi ventana: ..."Imaginación, imaginación ... dónde estás? ... vuelve".
A veces, solo a veces, la veo. Hoy le eché un vistazo.
¡Qué remolona! aunque vuelva a ti.
ResponderEliminarGracias María Luisa, le cuesta mucho dejarse ver. Cada vez más. Feliz tarde.
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