martes, 10 de septiembre de 2013

Solo querrás y conservarás, aquello que te hayas ganado


10 septiembre 2013

Recuerdo, cuando niño, que había un barrio al pie de la montaña de Montjuich, en el que sus habitantes eran pobres de solemnidad, pero ellas, esas casas, por si solas, me ofrecían, siempre, una gran atracción. Era un lugar prohibido pero a mi me encantaba acercarme. A medida que te ibas aproximando, también, ibas perdiendo el miedo. Me maravillaba ver como conservaban esas chabolas construidas en una noche con tochanas y revocadas con cemento de cualquier manera. El arte consistía en que no los pillaran construyéndola. Eran gente pobre, muy pobre, gente de otras tierras de España y que hoy, sus descendientes, son tan o más catalanes que ninguno, pero de esas casas y de sus habitantes aprendí, entonces, algo que nunca se me ha olvidado. Trataban su casa como si fuera una obra de arte. Blanqueaban sus fachadas, reparaban sus grietas y, por encima de todo, las mantenían limpias.

Seguramente idealicé las imágenes que conservo en mi memoria pues no conozco a nadie que cuando le cuento mi devoción por ese barrio no me haga cara de extrañeza y hasta de susto. Era un lugar alegre, familiar y, para quien supiera verlo, tremendamente didáctico. Esas casas eran suyas, las habían hecho ellos. Mi Agustín me recordaba, cuando le hablaba de esas casas, una frase que mostraba el secreto de su belleza y que, siempre, he tenido en mi baúl de las experiencias para no olvidar: “Solo querrás y conservarás aquello que te hayas ganado, hijo”.





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