Hay quien no se da cuenta y los hay que lo hacen queriendo, pero es cierto que esos aromas madrugadores a café, a carajillo y a Marie Brizard, se hacen tan imprescindibles como la misma decadencia senil y las ganas de contarlo que todos ellos muestran al amanecer. Los unos por más … “Estoy hecho un chaval”, y otros por menos … “Jo, Enrique, me duele todo y encima me han encontrado algo en el riñón”. Lo del algo, cuando alguien lo suelta, todos le miran como si se fuera a morir mañana por la tarde pues no se que manía hay en llamarle, al mal de males, algo.
Alguien, de esos que se asoman a mi iPad, mirando, de pie, por encima de mi hombro, lo que escribo en él, me dice: “¿Te das cuenta, Enrique, que hace ya demasiado tiempo que hablas siempre de lo mismo? ¿Tienes miedo de algo o de alguien? – ¿Yoooo?, que va, solo que … si, a veces, tengo miedo, pero lo ignoro aunque me cueste y lo olvido aunque no pueda. Lo que menos me cuesta y en eso estoy, es decir siempre a quien me lo pregunta que “estoy hecho un brazo de mar”, aunque … solo un problema, al menos y no se lo digáis a nadie, pero me miro los pies y no entiendo como cada día los tengo mas lejos y eso, extrañamente, siempre pasa a la hora de ponerme los calcetines.
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