11 octubre 2013
Entras en los centros de placer sensual, que no sexual, y no puedo dejar de emocionarme con el rahez edor de algunos retretes y el placentero y gratificante aroma que emite ese café humeante que te regalan todas las mañanas por donde vas. Edor? Olor? ... Cual es la diferencia? ... Y en medio de este estado lírico-celestial aparece mi querido Pepe, que siempre anda fisgando lo que escribo, escondiendo su mirar por encima de mi hombro, me dice, soltando una risotada grotesca y populachera: "Joder, Enrique, eso es como un pedo y un frito de calamar, como un gesto de un político o la lectura de un misal. Eres un cachondo ... Quién te ha visto y quién te ve ..." Y Leonor que tiene muchos defectos pero no el de la santa oportunidad, va y, con las gafas caídas sobre su larga nariz, pelo color ceniza sin mucho aliño, ojos sesentones y carajilleros, me dice; "Paloquehemosquedao, Enrique, paloquehemosquedao, mira que tener que aguantar las guasas de un sindicalista, a nuestra edad, de un tipo que no ha pegado un palo al agua en su vida y que encima habla como un estúpido Séneca ..."
El carajillo, sin duda, cambia la perspectiva de las cosas. Pepe tendrá sus cosas, si, pero es un ex sindicalista de lujo, si, lo será hasta la muerte.
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