Pintura de Fran Recacha
14 julio 2014
Mientras leía uno de mis libros favoritos, que no lo es por el color de sus tapas, ni por la foto de la portada, pensaba que es odioso y, hasta, asqueroso, observar la pestilencia que siempre muestra la opulencia ... de los demás. Algo decepcionado por todo lo que, (exceptuando lo más intimo), me rodea, decidí poner la espalda en la arena y la cabeza en ese libro querido. Me dormí contando las estrellas y al despertar me di cuenta que no estaba muerto, no, las estrellas que había estado contando ya no estaban, parecía como si el mundo girara sobre mi cabeza. Cerré los ojos y continué soñando, ese es mi mejor mundo, el de los sueños, los de un lunes cualquiera, de un verano cualquiera, de gente cualquiera.
Es importante percatarse de que uno está vivo.
ResponderEliminarPero no es fácil Tracy, te lo aseguro. Quizás algún día cuente algunas de mis incursiones en esos sueños prohibidos que acostumbran a aparecer en esos sueños motivados por la anestesia.
EliminarMenos mal que siempre solemos despertarnos, al menos de momento!
ResponderEliminarSiempre he creído, amigo Antonio, que de tener que morirme que sea, siempre, durmiendo.
Eliminar