La luz al final de ...

06 octubre 2014

Pedro, el Rey de La Huerta de mis amores, ha vuelto a salir al mundo, se ha tomado un café con nosotros, ha hablado de fútbol,  de que la niña de María José está como el pan y que ha dejado de ir al médico.  Ya no tiene depresión,  ni congoja, ni ganas de llorar. Se ha convertido en el viudo alegre que todos le pedimos que fuera y hasta ha vuelto a fumar ... ah, eso sí, apesta a tabaco y ... a ron viejo. Pensando que interpreta un desconocido personaje, me quedo un rato con él,  solos, y es entonces cuando me cuenta que: "Enrique, todo es mentira, solo lloro en casa, no puedo vivir sin ella, cada rincón,  cada hora, cada espacio de esa casa me hace saber que ella ya no está. Apenas como, fumo y bebo hasta el amanecer y lo hago en cualquier lugar donde me den cariño y me regalen unas risas. Es mentira que eso que yo sentía por mi Loli pueda acabar olvidándolo. La necesito tanto que no puedo vivir. Esos son unos hipócritas,  no quieren oír lamentaciones de nadie, no escuchan, ahora, cuando me preguntan les digo que estoy muy bien, les echo tres risas y me los quito de encima. Nadie quiere saber de las penas de los demás,  la gente se apunta al azul, al rosa, pero no les cuentes tu vida, no sirve de nada. He aprendido a vivir con mi pena y hasta me siento mejor ...".  Pedro ha estado más de cuarenta minutos hablando sin parar ... ¿Qué contrasentido,  verdad?

Aprender a escuchar no es fácil,  especialmente cuando lo debiéramos hacer con quien lo necesita. Acertar con quién ... un don.

Enviado de Samsung Mobile Note III

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enriquetarragófreixes