12 diciembre 2014-2013
Salí corriendo con mi bolsa y mis libros, sin decirle, casi, ni adiós a Don Ángel. Bajé las escaleras de tres en tres. Compré el pan en la Panadería de Gaudí y seguí corriendo hasta la esquina de Gaudí con la Plaza del Hospital. Crucé a toda velocidad. Me paré en la tienda del Tutusaus y compré el pernil dolç, tomates y no se qué más. Pasé de largo del quiosco y me fui recto a la escalera de casa. Llamé desde abajo y tan rápido como me abrió, subí los tres altos pisos del 226 de Padre Claret a la velocidad de un escalador. Llamé al timbre y en pocos segundos abrió la puerta. Ella me miró y sin soltar la puerta me preguntó: “¿Que te pasa Enric?, vienes muy excitado” – Y yo casi sin aliento, le dije: “Mamá, me han puesto un diez en matemáticas y un nueve en latín”. Era el mes de junio del 62.
Nunca perdí las ilusiones, nunca dejé de mirar hacia el horizonte, pero aquellos primeros logros aún están ahí y, ¿sabéis una cosa? … los adoro, necesito adorarlos.
Es para ello. Dos materias tan diferentes y en ambas, unas notas excelentes. El discutido Latín como asignatura que desapareció, desafortunadamente, era un medio de comprender mejor la lengua de la que provienen varios idiomas actuales, proveía de una calidad interpretativa de las palabras que es imprescindible para un vocabulario ampli y, si la hubiesen enseñasen no como lengua muerta sino como fundamento de la nuestra, sabrían leer mejor nuestros alumnos. La lectura comprensiva es, a veces, muy deficiente.
ResponderEliminarUn abrazo, Enrique.
Si, maestro Campillo, tengo 5 nietos y a los dos mayores me toca leer con ellos. Sé de que hablas.
EliminarUn abrazo-e.