23 marzo 2015
Mientras esperaba en la sala de la desesperación de la atención sanitaria de cualquier centro, privado o público, yo suelo dedicarme a negociar la forma en que vamos a perder el tiempo allí con el resto de compañeros de sala a base de “nosécomo”, pero lo hago:
- Una vieja, (quiero decir, más vieja que yo), contaba una historia que le sucedió a una prima suya de su Bullas natal, que estando en el Hospital, murió su marido y ella se quedó allí, en la sala de espera, durante una semana. Los médicos le dijeron que él había muerto pero ella se negaba a aceptarlo mientras repetía una y otra vez, que ella no sabía ir a ningún sitio sin él.
- Otra vieja, guapísima, como no, de mi edad, explicaba que llevaba dos años luchando contra un cáncer colorrectal … y no tenía miedo. “No puedo hacer nada … solo luchar” – Y la mujer hablaba y hablaba con un humor y vitalidad que para sí quisieran los cómicos de cualquier Revista Teatral.
- Un altísimo joven con corbata, de unos cincuenta, tenía los ojos como el cristal mojado y la cara del color de la luna llena. Estaba apartado del grupo de los “sentados” y no paraba de transitar y cruzar, de un lado a otro la sala. Se hizo un hueco y se sentó a mi lado. Movía la pierna como si tuviera un motor en el zapato propio del que tiene una ansiedad enorme de sucesos inmediatos. Al poco comenzó a contarnos, sin muchos detalles, que su mujer entró en el SET con un coma diabético. Lo que realmente nos emocionó a todos fue ver como ese elegante grandullón lloraba como un niño cuando salió uno de los médicos con bata y funda verde en cabeza y le dijo: “La tenemos … esta vez se pondrá bien”.
Creo que, como decían los anuncios del sorteo de la ONCE para el día Padre, cuando se referían a la cantidad de veces que los Padres dicen “no te olvides de aquello, de lo otro y lo de más allá” a un hijo que se va a no se donde, yo también diré que son diecisiete millones de veces las que me gustaría decir o haber dicho, que nunca o casi nunca, aprendemos a saber apreciar lo que tenemos hasta que lo perdemos. Que no nos conformamos con nada, que nuestro egoísmo es infinito y que atender la voz de la sensibilidad, del altruismo o la del puro sentimiento de amor a la vida propia y a la de los demás no es algo baladí. Amar la vida y saber apreciar lo que tenemos debiera ser algo sencillo, pero al parecer es tan difícil que confirma nuestra propia estupidez … la de los humanos. Por favor … dense la vuelta y devolvamos a los humanos su condición.
*: El adverbio sic, proviene de la frase latina sic erat scriptum, ‘así fue escrito’. Es un adverbio latino que se utiliza en los textos escritos para indicar que la palabra o frase que lo precede es literal, aunque sea o pueda parecer incorrecta. Se emplea entre corchetes en las citas y escritos cuando se quiere indicar que una palabra o frase que pueda parecer incorrecta fue producida por la persona que se cita.
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Bueno ¿Y tú cómo estás?
ResponderEliminarMejor, mucho mejor, Tracy, basta con ir a las salas de espera de urgencias para darte cuenta de que estás mejor que nunca. Antibióticos, ibuprofeno, exploración superficial y mañana chequeo general. Hay varias fugas que conviene reparar. No obstante, anímicamente estoy bien, muy bien.
EliminarMil gracias, dulce dama.
Un abrazo