Fotografía de Robert Doisneau
19 agosto 2016
Casas viejas, gente vieja. Viejas empleadas, resabiados dependientes, tiendas viejas, muebles viejos, libros viejos ... todo huele a viejo ... qué delicia.
Cada vez me es más deliciosamente difícil pasear por el barrio viejo, por el mío, por el de cualquier vieja ciudad, hay alto riesgo de caída con esos adoquinadas calles y sus abruptos acerados, pero su encanto embauca a cualquier viejo enamorado de la piedra antigua y todo lo que ella y ello, representa.
Viejos barrios, viejas costumbres que nunca volverán ... ni se les esperan, ni se desean, pero cuan felices fuimos en ellas. Es curioso saber que en el futuro, seguramente, el maldito y odioso presente, será un bendito pasado ... cosas de los malditos y benditos, humanos.
Enviado desde S6+Edge
enriquetarragófreixes
que hermoso escrito me transportaste a mi pasado
ResponderEliminarGracias, querida Mucha ... creo que eso nos pasa a todos, nos encantaría volver a empezar y quedarnos ahí, cuando aún no sabíamos pecar.
EliminarUn abrazo de sábado
Así es. Me he quedado pensando en el brillo que nos rodea ahora, todo reluce, huele a nuevo, gente joven por todas partes te atiende, el plexiglás se ha impuesto... parece una fuerte metáfora engañosa que dice que todo va bien, que todo reluce bajo el sol, todo funciona por ello, belleza, juventud, brillo rabioso, música de pacotilla. Nada es cierto, Enrique, nada es cierto.
ResponderEliminarUn beso, amigos.
Eso creo, amiga Censura ... nada es cierto hoy ... quizás mañana lo sea. Hacerse mayor, sin duda, es un proceso endemoniado.
EliminarFeliz sábado