05 agosto 2017
- La Loli estaba desolada, llorando a moco tendido, Arturo, estaba de pie, en el mostrador, codo en barra y copa de Carlos III en la mano. Todo parecía estar muerto, pero al ver a Leonor que estaba abrazada a Pepe, es cuando me he apercibido que algo grande y muy grave estaba sucediendo.
- El hijo de la Loli que estaba como el suplente veraniego de cualquier magazine radiofónico, atendía a todos los que llegaban y daba, en voz baja, una sutil y tremenda noticia: La mujer de Juan ha muerto. El chico, incluso, ponía cara de duelo. Pensaba yo que hay que ver, con cierta saña, como afecta al comportamiento humano la asunción de nuevas responsabilidades cuando hay grandes sucesos que los ponen en el candelero y el hijo de la Loli no podía ser una excepción: “Una mala enfermedad se la llevó y el pobre Juan está hundido. La tienen en el Tanatorio de San Vicente. Mañana es el entierro”
– Ver el cuadro que componían mis admirables, admirados e insustituibles amigos cafetulianos, me hacía pensar en una escena cualquiera de una de esas grandes películas de mi juventud, si, una de Fellini o del mismo Welles, aunque fuera en B/N
– Me he sentado en una mesa del fondo y me he quedado quieto, muy quieto, las manos sobre la mesa y la mirada en ellas, todo muy clásico. Al rato y sin darme cuenta, notaba unas manos en mis hombros que me apretaban con fuerza y que me instaban a dar la vuelta; “Te acuerdas de ella, Enrique” – “Como no iba acordarme de ella, Loli, pero eso fue hace tantos años que ya no me acuerdo ni de como era, ni de como sentía, solo sé que Juan la quería y no podía, ni pudo nunca, vivir sin ella.”
- El hijo de la Loli que estaba como el suplente veraniego de cualquier magazine radiofónico, atendía a todos los que llegaban y daba, en voz baja, una sutil y tremenda noticia: La mujer de Juan ha muerto. El chico, incluso, ponía cara de duelo. Pensaba yo que hay que ver, con cierta saña, como afecta al comportamiento humano la asunción de nuevas responsabilidades cuando hay grandes sucesos que los ponen en el candelero y el hijo de la Loli no podía ser una excepción: “Una mala enfermedad se la llevó y el pobre Juan está hundido. La tienen en el Tanatorio de San Vicente. Mañana es el entierro”
– Ver el cuadro que componían mis admirables, admirados e insustituibles amigos cafetulianos, me hacía pensar en una escena cualquiera de una de esas grandes películas de mi juventud, si, una de Fellini o del mismo Welles, aunque fuera en B/N
– Me he sentado en una mesa del fondo y me he quedado quieto, muy quieto, las manos sobre la mesa y la mirada en ellas, todo muy clásico. Al rato y sin darme cuenta, notaba unas manos en mis hombros que me apretaban con fuerza y que me instaban a dar la vuelta; “Te acuerdas de ella, Enrique” – “Como no iba acordarme de ella, Loli, pero eso fue hace tantos años que ya no me acuerdo ni de como era, ni de como sentía, solo sé que Juan la quería y no podía, ni pudo nunca, vivir sin ella.”
Va por ti, Marta.
“Imagina que no hay paraíso, es fácil si lo intentas, ningún infierno debajo de nosotros. Por encima de nosotros, solamente cielo. Imagina a toda la gente …Viviendo al día...”
Sí, imagina, imaginemos que lo hay aunque muchos lugares de aquí sean el más cruel de los purgatorios. Y no hace falta irse lejos, están aquí al lado, junto a nosotros, en nosotros tal vez...porque lo difícil y triste no está cuando se va sino cuando se transita. Feliz sábado.
ResponderEliminarUna buena reflexión la tuya, amiga Paz, (como siempre), intuyo que tienes razón y que lo razonable es que ojalá todos te hiciéramos caso. Feliz sábado
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